Algunas reflexiones

“Un libro puede abrirnos puertas… y esas puertas traen consecuencias.”

María Teresa Andruetto

Algunas reflexiones

La escuela que soñamos, el mundo que tejemos, las historias que hilamos…

¿Qué tiene para decir la escuela sobre la lectura, la escritura y la oralidad?

La escuela, al menos en nuestro país y en nuestras sociedades modernas, ha sido depositaria del mandato de transmitir la cultura letrada a las nuevas generaciones. Así, “lectura” y “escritura” son dos conceptos constitutivos del propio sentido de “escuela”.
Entonces, pensarla desde los conceptos de lectura y escritura es reflexionar en la construcción de nuestra concepción de escuela. En consecuencia, devenir en nuestra visión y construcción de la cultura ya que las prácticas de leer y escribir se presentan como las más propicias para la apropiación de los saberes socialmente aceptados como válidos por una comunidad.
De más está decir que el contacto de los estudiantes con materiales bibliográfico de calidad es de vital importancia para que la centralidad de la lectura y la escritura siga siendo el eje de nuestras prácticas dentro de las escuelas. Sin embargo, también somos conscientes de que la simple presencia de un libro en una biblioteca o un aula, no es una condición suficiente para garantizar aprendizajes significativos ni apropiación de saberes y prácticas.
En consecuencia, leer y escribir en la escuela implica necesariamente pensar cotidianamente en lo que significan estas prácticas. Esto no sólo desde el acceso material a los libros sino también desde el acto de reflexionar sobre nuestras propias prácticas lectoras, tanto desde el rol docente como desde la propia vinculación con el código escrito.
Para empezar deberíamos volver a tomar consciencia de que somos seres de lenguaje. Esto significa que es el mismo lenguaje el que nos permite construir el mundo y, en consecuencia, a nosotros mismos. Dicho de otra manera, el leguaje es ante todo posibilidad, posibilidad de nombrar, de apropiarnos hasta de conceptos tan complejos como el bien, el mal, la belleza, la violencia, la misma vida y lo que acontece en ella. Con respecto a esto Javier Navarro dice: “Leer es un trabajo con y sobre la lengua; un trabajo de producción de sentidos…” (1980: 5).
Quienes trabajamos con la lectura y la escritura estamos familiarizados con expresiones como “construcción de sentidos”. Pero, ¿qué queremos significar con esta idea? Sería oportuno detenernos en este punto.
Construir da cuenta de procesos activos desarrollados y transitados por los estudiantes, en función a la lectura, que se materializan, exteriorizan, e intentan comunicar trayendo imágenes, valoraciones y sentimientos. A partir de esto, podemos afirmar que esa construcción de sentidos supone un cruce entre ese conocimiento de la lectura y la escritura con la realidad en la que el lector o la lectora se posicionan.
Ahora bien, es importante dejar en claro que proponemos a las escuelas no sólo como formadoras de lectores y lectoras sino también como la institución que coordina y organiza lo que llamamos “Comunidades de lectura”, entendiendo a esta como un entramado en la que se comparte la circulación, producción y discusión de determinados textos.
Pensar la escuela como una comunidad de lectura trae aparejada la función de “garante” para todos y todas del derecho a la lectura y la escritura. Es por esa razón que es de vital importancia que docentes, estudiantes y bibliotecarios trabajemos en conjunto no sólo para velar por el acceso a materiales de lectura para todos y todas sino también generando las condiciones necesarias, mediante prácticas de enseñanza significativas, para que se cumpla lo que Graciela Montes nos propone en su Gran Ocasión: que el lector se ponga en su posición de lector.

¿Cómo se convierte alguien en lector o lectora? [1]

Se trata de una pregunta difícil de responder, como tantas otras que se relacionan con la formación. No hay respuestas únicas. Sin embargo, en toda biografía de lector siempre hay un momento en el que se narra, como una suerte de rito, el instante en el que alguien nos abrió para siempre las puertas al mundo de los libros. Entonces, una respuesta posible a la pregunta inicial es que nos hacemos lectores en nuestros encuentros con otros. Y claro, también, en nuestros encuentros con los libros.
La formación de lectores y lectoras requiere contacto con los libros, frecuentación y exploración de la biblioteca escolar y del aula y, de ser posible, de otras bibliotecas o de librerías.

¿Con qué tipo de Literatura trabajar?

Una literatura que no busque transmitir una enseñanza o un mensaje de modo directo, pero que nos puede dejar pensando porque nos hace ruido o cosquillas, o porque se ríe de cosas que parecen muy serias o ironiza el terror, o parodia la circunspección o humaniza a la bruja. En definitiva, se trata de textos que producen rupturas y soportan la ambigüedad, particularidad que interesa a los lectores pequeños siempre dispuestos a armar pactos con lo extraño, lo ilógico, lo absurdo.
En resumen, es importante que los textos que elijamos impulsen en el lector la posibilidad de construcción de sentidos. Como lo dice el escritor Ricardo Mariño (2004):
Desconfía de los cuentos y novelas que sirvan para enseñar algo muy concreto. Si el libro demuestra claramente que los dientes deben cepillarse todas las noches, que no hay que discriminar a los asiáticos y que los enanos son personas, probablemente no tenga mucho valor literario. Las grandes obras literarias no enseñan nada, al menos no directamente y, al contrario, crean encrucijadas que provocan más preguntas que respuestas (Serie de cuadernos para el aula, Lengua 3º, NAP).

Enseñar Literatura ¿Con qué intencionalidades?

La literatura brinda un espacio protegido para vivir alternativas frente a los límites de la propia vida; incita a la reflexión acerca de la propia experiencia; amplía la mirada y la comprensión de los otros y de otras culturas al sumergirnos en otras maneras de sentir, de pensar, de decir; expande las posibilidades sobre las formas de ver y de contar la realidad; permite, más que otros discursos, detenerse en el espesor de las palabras; nos sumerge en paisajes y tiempos a los que no accederemos por experiencia directa; nos convoca como miembros de una tradición cultural.
La literatura es un discurso, una práctica cultural milenaria que mira la realidad y la afronta sin obviedad. La literatura como escritura es el lugar donde los hombres reflexionan profundamente sobre los orígenes y misterios de la vida y del mundo en clave de ficción, de simbolización, vale decir de desplazamiento. Y esas formas especiales de trabajar el lenguaje requieren una forma de leer en la que el lector se compromete integralmente. La literatura pide un lector que se emocione, que reflexione, que suelte su imaginación para la construcción de mundos posibles, que se detenga a interrogar y disfrutar las palabras.
Desde la modernidad, la familia ha sido una de las primeras instituciones en configurar las prácticas vinculadas con la literatura. Al respecto, Yolanda Reyes, escritora y mediadora cultural colombiana, ha dicho que la familia es como un “nido de lectura”. Ella es la encargada de poner en contacto a los niños con el mundo simbólico de la literatura, desde las nanas, corros y retahílas hasta los cuentos narrados antes de dormir o a la luz de las fogatas. Es en un espacio íntimo, próximo, y rodeados de afecto y contención, donde niños y niñas descubren que existen juegos de lenguaje e historias que se apartan de la “premura del día”. Y, en ocasiones, también en el hogar cuentan con la posibilidad de recluirse, a solas, con un libro.
La segunda institución social encargada de formar lectores es la escuela, que desde las salas de Jardín y el Primer Ciclo ofrece oportunidades para la escucha y la lectura de narraciones y poemas, así como para la participación en situaciones con juegos de lenguaje. En Segundo Ciclo se trata, entonces, de profundizar la formación de los niños y niñas como lectores de literatura.
Una escuela que se propone esta formación ofrece continuas oportunidades para que los chicos lean gran cantidad de textos literarios. El número de obras leídas es fundamental, porque permite construir un horizonte de expectativas contra el que se proyecta cada nueva lectura. Algunos ejemplos: al leer “había una vez” en el comienzo de un relato, el lector que haya leído numerosos relatos maravillosos reconocerá de inmediato que se le propone un pacto de lectura específico; solo es posible advertir los desvíos que propone la parodia, y por lo tanto leer desde esa clave, si se han leído textos no paródicos del mismo género; las palabras “pirata” o “bucanero” despiertan resonancias solo cuando el lector se ha “embarcado” en varios viajes de las novelas de aventuras.
[1] Serie cuadernos para el aula: Lengua. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la nación argentina. NAP. Consejo Federal de Cultura y Educación. Buenos Aires. 2006.

Libros, colecciones y lectores

La presencia de material de lectura no alcanza para garantizar el acceso a la lectura para todos y todas, pero sin duda es un punto fundamental para que el derecho a la lectura sea más que una intención.
Durante el último año, el Ministerio de Educación de Nación en coordinación con el Plan Nacional de Lecturas y sus homólogos provinciales, han aunado esfuerzos para dotar a cada una de las instituciones educativas de todos los niveles y de todo el país con una serie de colecciones literarias, textos de estudio y bibliografía pedagógica que aporten al quehacer educativo. No está de más decir que este esfuerzo se suma a los esfuerzos de años anteriores y siempre con vista a seguir dotando a las escuelas y bibliotecas con más libros: “Leer x Leer” y “Leer Abre Mundos”.
No podemos dejar pasar la oportunidad de aclarar que todos los materiales que distribuye el Plan Nacional de Lecturas fueron elegidos y consensuados con especialistas de todas las jurisdicciones que conforman el territorio nacional conformando así una mirada plural y federal de las políticas públicas de lectura (CAN – Comisión Asesora Nacional).
Si bien los materiales que fueron entregados en las escuelas, seguramente están disponibles en cada una de las instituciones de gestión estatal y privadas cuota cero de nuestro país, siempre es bueno contar con un respaldo. En este caso tanto el Plan Nacional de Lecturas como el Plan Provincial de Lectura cuenta con una serie de herramientas didácticas digitalizadas y disponibles para cada docente, bibliotecario/a o estudiante que quiera o necesite más recursos para seguir pensando/tensionando/reconstruyendo las prácticas áulicas cotidianas en relación a la lectura, la escritura y la oralidad.
En el caso del Plan Nacional de Lecturas, por medio de su página Institucional, pone a disposición de todos y todas recursos literarios, pedagógicos y audiovisuales: https://planlectura.educ.ar/ https://biblioteca.conectarigualdad.edu.ar/ https://www.educ.ar/recursos/157987/leer-x-leer https://soundcloud.com/contenidos-ministerio-de-educacion
Entre los recursos literarios podrán encontrar pequeñas colecciones con grandes autores de los que denominamos Literatura Infantil con autores de gran renombre tales como Adela Basch, Liliana Bodoc, María Elena Walsh, entre muchos otros y otras. Del mismo modo está disponible la colección “Crecer en Poesía” tanto para el primer como para el segundo ciclo del Nivel Primario, una reedición de los “Cuentos del Polidoro” y un abanico diverso/amplio de textualidades.

Subjuntivizar la realidad

El lugar de la literatura en el currículum escolar se presenta siempre como una cuestión controvertida. ¿Cómo llevar a la escuela algo tan potente y a la vez tan disfuncional? ¿Cómo enseñarla sin asfixiar su condición indómita? ¿Cómo configurar prácticas pedagógicas que sean puentes hacia la construcción de comunidades de sentido? ¿Qué literatura, para qué destinatarios y con qué intencionalidades? ¿Cómo potenciar la construcción de caminos lectores? ¿Por qué literatura en la escuela?
La apuesta por la literatura tiene relación con su capacidad para cuestionar las certezas, para desestabilizar las miradas sobre la realidad, dado que la reestructura constantemente. La amplitud que genera en la concepción del mundo del lector es provocada por un discurso cincelado con metáforas, desviaciones de sentido, descripciones de personajes, perspectivas de enunciación y otros modos de subjuntivizar la realidad a través del lenguaje. (Patricia Noemí Rodríguez. Conjeturas: acerca de lectura, lectores y literatura)
La experiencia estética que ofrece la lectura literaria, como práctica simbólica, conduce a las personas a una mayor comprensión de las relaciones humanas, de los contextos sociales en los que se desenvuelve y abre el camino para la educación democrática del individuo. Para Jerome Bruner, el valor de la lectura de los textos literarios es poder acceder a una forma de crear conocimientos diferentes al lógico racional. La literatura permite producir mundos cuando los lectores se enfrentan a un discurso que reaviva su imaginación y los compromete a construir significados.
La lectura puede ser una herramienta para dotar de sentido la experiencia de alguien, construir identidades o reconstruirlas, poner en palabras sueños, deseos y miedos. Además, puede constituirse como un espacio íntimo, privado y propio, que sirva tal vez para encontrar la fuerza necesaria para enfrentar las angustias y las miserias, donde poder ir y venir sin peligro, entregándose a la fantasía, a la imaginación para probar otro mundo posible dentro de este mundo y delinear trazos propios. Es cobijar un extraño, un extranjero, dentro de la propia subjetividad. Abrirse hacia otro, establecer un diálogo con la realidad, para salir desde lo establecido/naturalizado, decidir voluntariamente el destino de la vida, para pensar el inédito viable y encontrarse mejor equipados para resistir los mecanismos de opresión. Derecho inalienable que permite acceder a diversos bienes culturales. Pero en ocasiones “un encuentro puede hacernos vacilar, hacer que se tambaleen nuestras certidumbres, nuestras pertenencias, y revelarnos el deseo de llegar a un puerto en el que nadie nos espera” (Michèle Petit, 2001; 131).
La experiencia de la lectura, como afirma Jorge Larrosa, itinerario hacia uno mismo mediado por el encuentro con otro (libro/promotor), como una invitación a la invención, a devenir otro, otro de lo que se espera en tanto condición de sí, escapando a su control pedagógico y dando la posibilidad de interrumpir o cuestionar la pedagogía misma.
La literatura sacude certezas y abre puertas insospechadas que invitan a descolonizar la cultura. Como afirma Gustavo Roldán (2014), esta propuesta es una búsqueda más para ser “aquellos que hicieron de la literatura un ejercicio permanente de búsqueda de la libertad, de búsqueda de los lugares secretos donde se encuentra lo mejor de la condición humana”.
Los lectores, irreverentes, desentierran el mundo a través del lenguaje, cantan en el lugar en que se forma el silencio, transformando lo indicativo en subjuntivo, lo instituido en instituyente, los horizontes en posibilidades.
Esta propuesta es una invitación, un convidar ideas, un despertar preguntas, para que juntos y juntas sigamos construyendo la escuela que soñamos, el mundo queremos y la sociedad que deseamos.